La humillación no siempre aparece como un hecho dramático y aislado. Muchas veces es la suma de miradas, frases, gestos y comportamientos cotidianos que, repetidos, generan en el menor la creencia de que no vale, que es una molestia o que es incapaz.
La ventaja de reconocer la herida de humillación es que permite emprender un trabajo transformador. Nadie debe vivir pidiendo afecto, ni imponiéndolo por miedo. El amor verdadero es recíproco, espontáneo y respetuoso. Cada persona merece respeto, aceptación y dignidad simplemente por ser humano.
"No permitas que las expresiones que te degradaron definan tu identidad. Reconoce la herida, pide ayuda, y cree que con Dios y con trabajo puedes cambiar el lamento por gozo."
La herida de humillación puede sanar. Con autoconocimiento, límites, apoyo profesional, comunidad y fe, es posible recuperar la dignidad, amar de forma sana y vivir una vida en la que la persona sepa que vale, que tiene propósito y que no necesita vivir bajo la sombra del desprecio.
No culpes a Dios, tú también pones y quitas Gobernantes
Nunca dejes de aprender
Pero Dios ya estaba
Una vida transformada por Dios YeYe